Vivir

Olvidó a conciencia cerrar la ventana, de forma que la brisa nocturna le heló los dedos de los pies y, adormecida, tuvo que levantarse a medianoche, entumecidos los huesos y las ideas, y cerrarla. Despertarse sin quererlo y adentrarse en la oscuridad, le provocaba placer, y cada tanto, todo volvía a ser igual, todo volvía como ahora. Bien sabía también que, sin esas noches incomprensibles, la vida sería mucho peor.

Se levantó y cerró la ventana y, en sueños, escribió aquello que soñaba con gritarle, furiosa y colérica. Luego volvió a dormirse, pero está vez sabiendo que ya no despertaría.

Te perdono tu ignorancia. Omito tus aires de grandeza a modo de coraza infranqueable y, a veces, odiosa. Evito pensar en esa modestia ensayada a conciencia que usas y en tu maldita voz de joven irrespetuoso y delicado al mismo tiempo. Todo eso, y más, lo soporto. Pero la indiferencia, la avaricia en la que te desenvuelves… Eso me ahoga. Estoy enferma de amor y lo sé, y aún así propicio, y agrando, y magnifico mis palabras para darle algo de sentido a mi mísera vida.

No fue hasta la mañana siguiente cuando supieron que había sucedido la desgracia, aunque en realidad y tras tanto tiempo, no podía haber sucedido de otra manera.

ImagenElisa Pont