¿Cómo leeremos en el futuro?

Me gustan los días de lluvía, pero también los días de sol. Me gusta sentarme en la terraza, junto al amasijo de macetas y pequeñas plantas que habitan en el centro de la galería, a leer. Abrir el libro, notar sus páginas entre los dedos, algunas más gruesas que otras, pero todas repletas de sentimientos, de acción, de grandes historias y diminutos cuentos. Todas ellas leídas con expectación y sopresa; y después, si se dejan, releídas una vez más, para así exprimirles hasta la última gota de sabiduría. Tener un libro entre las manos puede considerarse uno de los mayores placeres intelectuales que hayamos conocido.

Pero todo cambia, todo evoluciona. Y ya ha aparecido, silenciosamente todavía entre la gran mayoría de lectores, un nuevo artilugio,  innovador donde los haya, capaz de almacenar mucha informanción y de facilitarnos la tarea de la lectura: el libro electrónico. Aunque por el momento no es accesible al conjunto de la sociedad, en general, el ebook se está colando apresuradamente entre nosotros. Eso de cargar con un libro a cuestas, en el metro o en el autobús, bajo el paragüas o dentro de la mochila, está desapareciendo. Por una parte, porque mucha gente no lee -según los últimos datos publicados por el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de 2010, casi el 40% de los españoles no lee libros habitualmente- , y ahí como responsable, quizá, otro aparato tecnológico, o más de uno: el ipod, el ipad, el iphone o su directo rival, la blackberry. Por otro lado, y gracias a la invención del libro electrónico, los lectores más avezados se libran de la cruel tortura que supone cargar con un libro de más de 800 páginas bajo el brazo.

El pasado 15 de octubre, el escritor mexicano Jorge Volpi escribía en El País algo parecido a una oda sobre el libro electrónico, exaltando todas sus ventajas frente al libro tradicional. En el artículo defendía que el ebook se podría «convertir en la mayor expansión democrática de la cultura desde la invención de la imprenta», aunque también resaltaba que es necesario «impedir que se segmenten los mercados». Se convierte así en un gran defensor del libro electrónico en detrimento del libro en papel, al que considera como un objeto nostálgico, pesado y  que ocupa un espacio vital en las librerías (aunque pensandolo bien, están precisamente para ello, para guardar libros, ¿no?).

Pero esto es sólo una cara de la moneda. Unos días más tarde, el 20 de octubre, también en El País, Luis Jérez analizaba el papel de las empresas distribuidoras, de la disminución de la privacidad de los lectores y del hecho de «oscurecer la democratización cultural», ya que considera que no cuestionarse una revolución de esta índole es una «actitud pasiva y nada beneficiosa para el lector a largo plazo».

En fin, el debate está abierto. Yo mientras tanto, vuelvo a mi rincón favorito a disfrutar de los libros como tal, por si les queda ya poca vida en este extraño mundo.

Elisa Pont

Un comentario en “¿Cómo leeremos en el futuro?

  1. Me hizo mucha gracia el artículo de Luis Juarez recurriendo a la paranoia colectiva de la pérdida de privacidad como argumento contra los lectores electrónicos (que, dicho de paso, no son lo mismo que un libro electrónico). No sé hasta qué punto funciona ese argumento en la sociedad de Facebook y Google, donde no somos más que pequeñas estadísticas al servicio de las multinacionales. Y no se pueden hacer estudios de mercado en cualquier librería comprobando cuales son los best-sellers? creo que el Dr. Dukan y el Ministerio de Sanidad en general no estaría muy de acuerdo con él.
    Por lo menos el señor Juarez advierte que no es una cuestión de romanticismo… que eso de el «olor a tinta» seguro que también lo dijeron en su momento los románticos del papiro cuando vieron que el libro les destrozaba el mercado.
    Un artículo muy interesante.

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